
ANIVERSARIO 130: Desembarco de José Martí y Máximo Gómez por playita de Cajobabo
Tras vencer numerosas limitaciones y obstáculos José Martí pudo realizar el traslado desde la zona de Montecristi, en Santo Domingo hacia el territorio cubano.
Llegó a Cuba por la zona de Playita de Cajobabo en el actual municipio de Imías, en la provincia de Guantánamo, el 11 de abril de 1895 en unión de Máximo Gómez y un reducido grupo de patriotas.
Lo que experimentaba en ese instante lo resumió Martí en su diario de campaña con una frase muy breve, tan sólo dos palabras, al escribir: “Dicha grande.”
Consecuente con su concepto en relación con el deber que tenía con respecto a la causa de la liberación de su Cuba querida del dominio colonial español y en correspondencia también con su criterio que un hombre debe estar allí donde es más útil, una vez reanudada la guerra el 24 de febrero de 1895 en su tierra natal, Martí no descansó hasta hallarse nuevamente en territorio cubano.
Con ese propósito el 1ro de abril 1895 en unión de Máximo Gómez salió desde Montecristi, Santo Domingo, a bordo de la goleta Brothers rumbo a la isla inglesa de Inagua. Con ellos iban otros patriotas.
Al llegar a Inagua el patrón de la goleta decidió no continuar el viaje e instó a los marinos a desertar, con lo cual incumplió su compromiso de llevar a los expedicionarios hacia Cuba.
En medio de esa crítica situación encontraron la ayuda del cónsul de Haití en las Bahamas, quién les facilitó a todos pasaportes con nombres falsos, y les presentó al capitán del carguero alemán Norstrand, Heinrich Lowe, al que convencieron mediante el pago correspondiente para que los trasladara a Cuba.
No obstante, el Norstrand debía cumplir su misión comercial de transportar madera en la región del Caribe, y Martí y Gómez y los demás patriotas que los acompañaron tuvieron entonces que viajar primero a Cabo Haitiano, donde permanecieron hasta el 9 de abril.
De allí volvieron a la isla Inagua, de donde partieron en la tarde del 11 de abril rumbo a Port Antonio, Jamaica.
Al cabo de dos horas de navegación lograron comenzar a divisar las montañas próximas a la costa sur de la zona más oriental del territorio cubano.
Tanto Martí como Máximo Gómez reflejaron en sus respectivos diarios las incidencias de la travesía y el instante del desembarco.
Precisamente acerca del desembarco en específico, Martí detalló:
“Yo en el puente. A las 7 1/2, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el general ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube.”
Y agregó:
“Arribamos a una playa de piedras, la Playita, (al pie de Cajobabo). Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto.”
Y tras patentizar la alegría que experimentaba, especificó:
“Viramos el bote y el garrafón de agua. Arriba por piedras, espinas y cenegal. Oímos ruido, y preparamos cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a Dormimos cerca una casa., por el suelo.”
Desde su llegada a Cuba el 11 de abril de 1895 José Martí puso de manifiesto su entereza al enfrentarse a condiciones de vida muy difíciles. Tenía que estarse trasladando por zonas rurales en forma constante y con el peligro latente de sostener algún enfrentamiento con las fuerzas españolas.
En varias de las cartas que escribió en esos días dirigida a sus amigos y cercanos colaboradores Gonzalo de Quesada y Arosteguí y Benjamín Guerra, así como a Carmen Miyares y a sus hijos patentizó el orgullo que sentía por hallarse en Cuba dando su contribución directa a la guerra necesaria.
Y a manera de ejemplo citemos un fragmento de lo que le señaló a Carmen en la misiva fechada el 15 de abril de 1895 en la Jurisdicción de Baracoa en la que aseguró:
“En muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mi propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriagaba de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad.”
Con ese estado de ánimo Martí se mantuvo en la zona oriental de su Cuba querida en la que como expuso en la carta que le empezó a escribir a su amigo mexicano Manuel Mercado, fechada el 18 de mayo de 1895, ya estaba todos los días en peligro de dar su vida por su país y por su deber –“puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.”
Y seguidamente señala:
“Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin.”