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publicado el 26/11/2024 09:08 pm

Homenaje martiano a los 8 estudiantes de medicina vilmente fusilados en 1871 en La Habana

Con el tradicional desfile que tiene lugar en La Habana siempre se le rinde un emotivo homenaje a los ocho estudiantes de medicina que fueron vilmente fusilados en la fecha del 27 de noviembre de 1871.

Esos jóvenes resultaron sometidos a un arbitrario proceso judicial acusados injustamente de haber profanado en el cementerio habanero la tumba de un periodista español (Gonzalo de Castañón)

Tanto el juicio, como la condena y el fusilamiento de los jóvenes provocó una gran conmoción en el seno del pueblo cubano, incluso hasta en personas que no se hallaban en ese momento en Cuba.

Tal fue el caso del joven José Martí que se hallaba en ese instante en Madrid puesto que desde hacía varios meses  había salido de su tierra natal hacia España en calidad de deportado después de haber padecido el presidio político y la realización de trabajo forzado.

Así pues Martí  había conocido de modo directo tanto en la cárcel como en las canteras de San Lázaro las atrocidades que eran capaces de cometer los representantes en Cuba de la metrópoli española.

No obstante ello la noticia del injusto castigo a los estudiantes de medicina  lo impresionó en forma notable.

Y esto se puede apreciar en lo que  con el decursar de su existencia escribió  ó expresó en un poema, una  proclama y en los discursos en los que hizo referencia al fusilamiento de los estudiantes cubanos.

Precisamente, en 1872 al cumplirse el primer aniversario del citado acontecimiento él elaboró en Madrid un poema titulado A mis hermanos muertos el 27 de noviembre que sin hallarse formalmente dividido por números está estructurado de hecho en 18 partes irregulares ya que unas tienen más versos que otras. El poema es bastante extenso porque cuenta en total con más de 200 versos o líneas.

En una parte de esta obra él resaltó:

“Y luché con mis lágrimas, que hervían

  En mi pecho agitado, y batallaban

  Con estrépito fiero,

  Pugnando todas por salir primero;

  Y así la tierra estremecida

  Se siente en sus entrañas removida,

En este poema  Martí enjuicia a los verdugos y recuerda como los jóvenes fusilados se habían convertido en fuente de motivación, en verdaderos símbolos, al expresar:


¡Ellos son! ¡Ellos son! Ellos me dicen

que mi furor colérico suspenda,

y me enseñan sus pechos traspasados,

y sus heridas con amor bendicen,

y sus cuerpos estrechan abrazados…


José Martí también hace una reflexión sobre la muerte digna, la muerte que no representa el fin de la existencia al convertirse en enseñanza permanente. Al respecto enfatiza en este poema:


¡Y más que un mundo, más! Cuando se muere

en brazos de la patria agradecida ,

la muerte acaba, la prisión se rompe;

¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!

Y agregó seguidamente:

¡Oh, más que un mundo, más! Cuando la gloria

a esta estrecha mansión nos arrebata,

el espíritu crece,

el cielo se abre, el mundo se dilata

y en medio de los mundos se amanece


Además en noviembre de 1872 Martí redactó en unión de su gran amigo Fermín Valdés Domínguez y Pedro de la Torre una proclama en la que patentizaron su condena resuelta a ese crimen al exponer:  “No graba cincel alguno como la muerte los dolores en el alma: -no olvida nunca el espíritu oprimido el día tremendo en que el cielo robó ocho hijos a la tierra, y un pueblo lloró sobre la tumba de ocho mártires. Nadie se ha despedido con más grandezas que ellos de la vida.”

Y se agregó en la parte final de la proclama:  “¡Lloren con nosotros todos los que sientan! ¡Sufran con nosotros todos los que amen! ¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar!”

Varios años después, en ocasión de cumplirse el 20 aniversario del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina  José Martí habló en un acto efectuado en la ciudad estadounidense de Tampa. 

Señaló al respecto: “Todo convida esta noche al silencio respetuoso mas que a las palabras: las tumbas tienen por lenguaje las flores de resurrección que nacen sobre las sepulturas; ni lagrimas pasajeras ni hi mnos de oficio son tributo propio a los que con la luz de su muerte señalaron  a la piedad humana soñolienta el imperio de la abominación y la codicia.”

De esta forma evocó a los ocho estudiantes de medicina que en 1871 fueron fusilados en Cuba.

Con su palabra vibrante, con sus reflexiones acerca del vil crimen, Martí convierte el acto de homenaje en un compromiso de las jóvenes generaciones de cubanos de luchar por la liberación de su patria oprimida, y honrar así dignamente a los caídos.

Él señaló: “No siento hoy como ayer romper coléricas al pie de esta tribuna, coléricas y dolorosas, las olas de la mar que trae de nuestra tierra la agonía y la ira, ni es llanto lo que oigo, ni manos suplicantes las que veo, ni cabezas caídas las que escuchan, -¡sino cabezas altas!   Y afuera de esas puertas repletas, viene la ola de un pueblo que marcha. ¡Así el sol, después de la sombra de la noche, levanta por el horizonte puro su copa de oro!”

En este discurso, que suele ser conocido como los Pinos Nuevos  teniendo en cuenta la frase utilizada por él al final de su intervención para identificar a las nuevas generaciones de cubanos dispuestos a luchar, Martí destacó la trascendencia del patriotismo cuando dijo:  “Los pueblos viven de la levadura heroica. El mucho heroísmo ha de sanear el mucho crimen.”

Igualmente Martí manifestó que los pueblos viven de la levadura heroica y resaltó al recordar a los ocho estudiantes vilmente asesinados que para sacudir al mundo, con el horror extremo de la inhumanidad y la codicia que agobian a su patria, murieron, con la poesía de la niñez y el candor de la inocencia, a manos de la inhumanidad y la codicia

Y tras recordar  como murieron los inocentes estudiantes de medicina, llamó a sus compatriotas a homenajearlos con particular decisión: “Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida.”

En la parte final de su intervención Martí estableció una comparación metafórica entre el futuro desarrollo de un árbol que había visto cuando se dirigía hacia Tampa y los jóvenes cubanos que se hallaban anhelantes de participar en la lucha por la independencia de Cuba.

Sobre el particular comenta: : “Era el paisaje húmedo y negruzco: corría turbulento el arroyo cenagoso; las cañas, pocas y mustias, no mecían su verdor quejosamente, como aquellas queridas por donde piden redención los que las fecundaron con su muerte, sino se entraban, ásperas e hirsutas, como puñales extranjeros, por el corazón: y en lo alto de las nubes desgarradas, un pino, desafiando la tempestad, erguía entero, su copa.

“Rompió de pronto el  sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos:  ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos!”

Martí además en otros trabajos y discursos hizo referencia a la gran labor realizada por Fermín Valdés Domínguez en demostrar la inocencia de los jóvenes asesinados. Fermín en 1871 estudiaba medicina e incluso estuvo involucrado en el juicio que se le siguió a los que finalmente resultaron condenados y fusilados.

Precisamente en 1894, en un trabajo publicado en el periódico Patria el 3 de febrero, Martí calificó a Valdés Domínguez como el “Vengador del bestial crimen del 27 de noviembre de 1871”,  y como “el criollo indómito y útil en quien, en uno de los momentos más dramáticos y puros de nuestra tierra, encarnó y palpitó el alma cubana”.

Igualmente en ocasión de rendírsele un homenaje en Nueva York a Valdés Domínguez, el 24 de febrero de 1894, Martí, al hablar en el acto efectuado en el Salón Jaeger´s, destacó: “¡Ah! ese hombre no ha vindicado solamente a los estudiantes de medicina, ese hombre ha vindicado a la sociedad de Cuba”

De manera muy especial en Cuba, tras el triunfo de la Revolución, la fecha del 27 de noviembre  nunca ha sido olvidada. Es una fecha en la que se hace patente el quehacer de las nuevas generaciones de estudiantes que con su esfuerzo y labor cotidianos le rinden homenaje  a los que injustamente resultaron fusilados en 1871 y que hoy siguen siendo símbolos de nuestra historia.

Cada 27 de noviembre miles y miles de jóvenes  marchan en impresionante desfile desde la Universidad de La Habana hasta el monumento a los ocho estudiantes, en el castillo de la Punta, para jamás olvidar la injusticia que en 1971 protagonizó el colonialismo español en La Habana con ocho estudiantes de medicina, cuyo único delito fue ser cubano.

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