Eusebio Leal Spengler

Eusebio Leal Spengler

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publicado el 02/08/2020

Eusebio Leal: Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras

La Revitalización Integral de La Habana Vieja, en 1994, surgió de la Oficina del Historiador de la Ciudad, dirigida por Eusebio Leal.

La primera gran tarea que me dieron como periodista al llegar a la ciudad de La Habana, fue entrevistarlo. Corrían oscuros tiempos del Período Especial en Cuba y no quería recurrir a su habitual elocuencia. Qué preguntar para provocar su carácter de hombre apasionado, con una respuesta en ráfaga que conmoviera a la mayoría.

“¡Mienten! No sólo de pan vive el hombre”

Así comenzó aquel reporte para la televisión, que pretendía explicar en tiempos de penurias cotidianas, como emergía de entre las sombras, la Habana colonial. Fueron momentos tan violentos para los cubanos, que sólo con pensadores y estrategas de la cultura, como él, se podía ver más allá del plato. Y hacia ahí iba dirigida la sensibilidad que quería despertar con el reportaje, cuando -validando ingratos comentarios populares- le pregunté, si era La vieja Habana restaurada, una isla en medio de tantas precariedades”

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El magnífico Plan Maestro para la Revitalización Integral de La Habana Vieja, surgió en 1994 dentro de la estructura de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, entidad dirigida por Eusebio Leal. El singular modelo de gestión urbana y planeamiento de la Zona Priorizada para la Conservación, no era fácil de distinguir para el común de los mortales. Con ello, surgía un concepto de trabajo, una misión a plazos extendidos, porque quien sabe de dónde viene, tiene vista larga.

El casco histórico de La Habana Vieja, funciona como un país. Su líder caminaba a diario, a primera hora de la mañana con humilde uniforme gris -primero entre escombros y apuntalamientos- conversando con quienes viven y edifican el patrimonio. Con marcado interés en el bien cultural y social, su plan inclusivo contenía la presencia de los cubanos que habitan la antigua ciudad -algo impensable en cascos históricos latinoamericanos- como una necesidad en sí.

Porque el hombre, “tiene dos hambres: la que tira de la panza, y otra, hambre de poesía”. Con la metáfora de Onelio Jorge Cardoso, cuentero mayor de Cuba, me respondió Eusebio.

¿Quién puede amar a las piedras sin historia?

Primero se dio a la tarea de hacerla habitable. Antiguos edificios que se caían a pedazos, estaban completamente hacinados de convivientes, llegados de cualquier rincón del país. En las casas, después de un profundo trabajo social, quedaron los más antiguos y necesitados. Las demás familias “afectadas” por el proceso de rehabilitación del centro histórico, fueron reubicadas en una cómoda área residencial en las afueras de la ciudad. Otros, los que quedaron viviendo en el casco histórico y los que no, se integraron al trabajo productivo de reconstruir edificios cuya magia arquitectónica y valor cultural, resultaban incuestionables.

Arquitectos, antropólogos, sociólogos, expertos y obreros en infinidad de disciplinas y oficios, encontraron aquí su propósito de vida.

En aquella ocasión de la entrevista, tuve la oportunidad de ser guiada por el Dr Leal, en su explicación callejera. Al andar La Habana con absoluta reverencia ante cada inmueble, nos narraba su importancia con ese elocuente verbo de voz grave. Hablaba con los obreros hasta de los detalles arquitectónicos y era interrumpido a menudo por personas con problemas sociales pendientes, para lo cual tenía creado un sistema de atención.

Qué hacer con los ancianos, las embarazadas y los discapacitados, en tiempos tan difíciles, sino crearles instituciones y condiciones de vida para su desarrollo en el propio lugar. De modo que el plan integral, se convirtió en restauración de la obra patrimonial y humana.

Así nos llevó al Centro de Rehabilitación Integral Pediátrico Senén Casas Regueiro. Institución de salud que satisface el reclamo de familias con niños discapacitados físico-motores, residentes en el municipio de la Habana Vieja. El acogedor lugar, cuenta con un personal altamente calificado, especialistas a tiempo completos para los niños en régimen seminterno y una dieta alimentaria especial. Además brinda atención ambulatoria a otros pacientes que residen en municipios aledaños. Con la rehabilitación, se elevan las capacidades del individuo y la autoestima. El niño parapléjico que nos cautivó el corazón, veía para sí cualquier futuro posible de la misma materia de los sueños.

 “La mano ejecuta lo que el corazón manda”

La Oficina del Historiador, a decir de Leal, fue “una novedad dentro del contexto de las instituciones cubanas. Su fundador venía ya, de lejos, creando un sistema institucional que fuera útil a la armónica estructura de la Cuba que su generación vanguardista deseó realizar para nuestro país”.

El 1ro. de julio de 2020 se conmemoraron 85 años del nombramiento del Doctor Emilio Roig de Leuchsenring como Historiador de La Habana, a quien conoció personalmente, apoyó y del que heredó la pasión. En esa ocasión el doctor Leal dijo: “Y aquí a nuestro lado está un verdadero maestro de nuestra historia, Roig de Leuchsenring, que ha escrito la historia de los esfuerzos de nuestra nación durante más de un siglo por ser una nación libre, por ser una nación soberana, donde pudiese desarrollarse un pueblo libre y feliz”.

Fue Roig, quien en los años 30, de la pasada centuria, sentó las bases para la conservación de gran parte de la memoria histórica de la ciudad capital de Cuba, hasta su fallecimiento, a inicios de la década del 60. Su quehacer intelectual como abogado y periodista, en particular con sus crónicas costumbristas, además fue editor y un ferviente defensor del patrimonio de la capital cubana.

La Oficina fue el embrión, entonces. Facultada frente a la magnitud de restaurar la vieja Habana, para planificar, invertir y gestionar proyectos en la definida Zona Priorizada para la Conservación.  Ineludiblemente, pasó también al desempeño protagónico en el tema de la vivienda, por el peso y sensibilidad de este aspecto dentro del territorio y el surgimiento de un modelo de gestión comunitaria. Por  ejemplo el trabajo conjunto entre la Oficina del Historiador y el gobierno municipal: el Taller de Rehabilitación Integral del Barrio de San Isidro. La inclusión dentro de la Zona Priorizada para la Conservación del Malecón Tradicional y el Barrio Chino, también incorporó entidades del municipio colindante de Centro Habana.

La emisora radial Habana Radio, la revista Opus Habana, ediciones Boloña, fascinantes museos y las aulas de las escuelas primarias dentro de ellos, como incontables proyectos comunitarios, cambiaron la dinámica cotidiana de inserción familiar en las instituciones culturales. De igual forma dieron voz a sus habitantes y símbolos. Por sólo mencionar algunos aspectos del sentido visionario, para la integración de la comunidad a la inmensa obra cultural.

Por cada nuevo "frente" que se abría, otras entidades se destinaban a garantizar la sostenibilidad financiera del proyecto, destacando la Compañía Turística Habaguanex, quien retribuye gran parte de sus recaudaciones a la propia obra restauradora.

Igualmente orgulloso, el doctor Leal nos condujo a “su escuela de oficios” con especialidades de Restauración General, Carpintería, Albañilería Integral, Plomería, Forja y Pintura de obra.

“La Escuela nuestra partió del principio de estudiar y trabajar al mismo tiempo, y trabajar en una obra de restauración”. El joven de 22 años Lázaro Reinier Baez Morales, graduado de Albañilería Integral, reconoce que su motivación principal estuvo en el orgullo de poder decir a sus familiares y amigos, algún día luego de su graduación, que había intervenido en las obras de La Habana Vieja.

Aprender las artes constructivas que son indispensables a la restauración. Veintisiete años atrás formar a jóvenes comprometidos con la restauración del patrimonio dejó de ser un sueño. La Escuela Taller “Gaspar Melchor de Jovellanos” desde entonces se ha encargado de la formación de quienes, al día de hoy, son protagonistas de las obras de restauración y conservación que demandan las urbes patrimoniales.

“Veo en ustedes, en sus rostros, a varias generaciones de jóvenes que se han formado aquí y hoy son hombres de bien; están en Cuba o en cualquier lugar del mundo ejerciendo lo que aprendieron. Llegaron con las manos atadas y ahora cumplieron el viejo proverbio que dice: La mano ejecuta lo que el corazón manda”, dijo el Doctor Leal, en su última participación al graduarlos.

“Desde el Castillo de la Punta, hasta el Embarcadero de Regla; desde la Punta hasta la Casa de las Tejas Verdes; en la línea del Prado, los grandes hoteles que se levantan sobre la base de los estudios realizados por el Plan Maestro, las aprobaciones de la Comisión de Monumentos, el respeto de las alturas, el respeto aún a muros que es lo que se ha conservado de algunos edificios perdidos y que yo diría que románticamente se preservaron esos muros cuando algunos decían “¿por qué no demolemos esa basura, eso no tiene ya ningún sentido?”. Creo que hay que tener mucho cuidado siempre; para demoler y para derribar hay hachas y mandarrias, y para construir faltan manos. Hace falta multiplicar las segundas y disminuir las primeras”, sentenció.

Ir al pasado, desde el futuro

De igual manera, reverencia la creación de “un Colegio Mayor, que será su jerarquía, como una facultad universitaria independiente de nuestra gloriosa y esencial Universidad de la Habana”.

Surge así para “consolidar intelectualmente todo cuanto hemos hecho en la praxis, lo más importante es la convivencia entre una comunidad humana y su ciudad histórica, la recuperación por parte de ella de una memoria que le permite en cada esquina, en cada piedra, en cada árbol, en cada libro escrito, hallarse presente y mirarse como un espejo. Y reconocer, como ya se dicho, que en esa preservación está el ancla, la clave fundamental, la piedra angular de la subsistencia de un pueblo que ha proclamado universalmente su derecho a existir, su derecho a ser, su derecho a su propia identidad, a su propio carácter, a escribir su propio destino, a salir hacia el mundo con sus propias determinaciones”.

Cuando rememoraba su surgimiento, no pasó por alto los avatares de tan difícil tiempo. “Comenzaba ese período que llamamos especial, en que por azares del destino algunos de los compañeros que están aquí nos vimos cara a cara mucho tiempo, muchos días y muchas noches, y fue entonces cuando cristalizó la idea: cambiar, transformar, si fuese necesario, demoler”.

Dudar para no dejar de creer, conciliar, estudiar, definir. “Esto último presentaba una serie de complejidades, sobre todo que al demoler lo construido nos quedábamos sin nada, y el emprender un proceso de construcción colocaba sobre el tapete nuevamente la duda: ¿cómo será, la mimética reproducción de lo que existió, o algo de nuestro tiempo? Fue entonces cuando en diálogos intensos con varios colaboradores nuestros, llegamos a una conclusión: ir al pasado desde el futuro. Esto era importante, asentar no solamente el contenido sino el continente. La idea debía evolucionar aún hasta llegar a la creación del Colegio Universitario”, de cuyo recinto de altos estudios llegó a ser decano de la Facultad Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

Coraza moral

Para quien salvar la cultura es prioridad, la nombró como “la escama metálica, la coraza moral, la defensa que todo país tiene”. “Los valores se defienden con una armadura cultural sólida”, enfatizó.

Eusebio Leal Spengler creyó que su vida se iguala en pobreza y en riqueza a la de Dios y a la de todos los hombres. Uno de los intelectuales más prolíficos, de infinito caudal cultural, fruto de su metódico estudio constante. Escritor ferviente, hipnótico orador, encarna a uno de los seres humanos más brillantes que haya  nacido en  Cuba.

Sus recuerdos son, dijo, “tal vez el mayor privilegio de nuestra especie”. De formación autodidacta, con todos los títulos honoríficos que le han dado después de cumplidos “los 60”. “Mi última actividad escolar fue en el último grado de la primaria. Como tuve una adolescencia y juventud azarosas, fui bachiller y universitario a través de exámenes”, rememora el también Doctor en Ciencias Históricas de la Universidad de La Habana, máster en Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba y especialista en Ciencias Arqueológicas.

Hizo, además, estudios de posgrado en Italia sobre restauración de Centros Históricos y entre otros merecidos reconocimientos, en octubre de 2019 fue distinguido, como miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias en ceremonia de iniciación celebrada en Cambridge, Massachusetts, en la cual se convirtió en Miembro Honorario Internacional.

Primera en el Tiempo

No encuentro mejor pretexto que su libro dedicado a la primada en el tiempo, para hablar de su simbólico ancestro: “Bendita sea la tierra de Baracoa”.

A un mes de cumplir sus 78 años, toda la nación y el sentimiento cubanos, comparten el duelo de este habanero de pura cepa, que mantuvo contacto con la vida de un pueblo tan encantador, al cual regresó física y culturalmente, como un viaje a la semilla. El proceso de colonización española en Cuba, comenzó en 1511, año en se fundó la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, de donde me aseguró, era nativa su abuela.

Sobre su madre y guía, presencia siempre venerada, dijo: “fue la gran perseverante, fue la piedra angular, fue una madre romana en ese sentido. Su educación no era tanto en admoniciones, como en ese ejemplo práctico día y noche, mostrando cuál era el camino, bajo un lema que siempre repetía: “que tú no pases lo que yo pasé”. Ella no pudo ir a la escuela, tuvo que trabajar, y decía: tú no debes dejar de estudiar. Ella fue honrada, virtuosa y me dijo siempre: la honradez es el símbolo de la verdadera virtud, de ahí nacen todos los demás valores”.

Familiar y apasionado confesaba, que siempre lo había movido el amor. “Hay que enamorarse. Yo digo que tengo una novia perenne, que se llama La Habana. Francamente no me han faltado otras – sonríe –, pero mi matrimonio real es con Cuba y con La Habana. Ese matrimonio es perpetuo. La vida entera se la he dedicado. Construí un personaje, que usa una especie de uniforme, de camisa azul, los siete días de la semana”.

Aunque tímido, contradictoriamente coloquial. “Algo que siempre me tiene encantado es mi relación con las personas. Voy por la calle y una señora me dice un secretico, otra me expresa: ‘gracias por lo que ha hecho por la ciudad’, y otro que viene sudoroso me da un abrazo. A partir de ese diálogo permanente es que es posible caminar tranquilamente y ver cómo las cosas florecen y se levantan”.

“Sin embargo, si Napoleón decía que para ganar una guerra hacía falta dinero, dinero y más dinero, también hacen falta liderazgo, voluntad y perseverancia. Eso me ha costado caro porque el personaje del que hablé no me deja vivir. No me deja vida privada. No me deja tiempo libre. Un día decidí pedirles perdón a mis cuatro hijos, que están dispersos por el mundo, porque les he dedicado poco tiempo. Una pasión me quitó el tiempo de la vida. Pero me han perdonado y regresan siempre buscando a su papá”.

Si intentara ofrecer alguna guía, diría “cada día al intentar hallar su propio camino. Ahí creo que descansa la virtud. La familia, la amistad… podría parecer un discurso conservador, pero no lo es”.

 Salvaguardar la identidad cubana

Sus alocuciones, terminaban siendo siempre un perfil de reflexión más allá de la palabra. “Hace pocas horas -dijo- una persona me preguntaba de dónde salen los recursos para enfrentar tal cantidad de obras de restauración, algunas de gran monumentalidad y no sólo en La Habana. Nacen no de un poder económico, que no poseemos – aunque es necesario para hacer estas cosas– sino de una necesidad moral, de una fuerza característica del espíritu cubano y prueba lo que ha sido en estos años una de las tareas fundamentales de la Revolución: salvaguardar la identidad y singularidad de nuestro pueblo.”

“¿Cómo agradecerles a todos y a cada uno por su confianza, por su apoyo moral, por su brazo extendido?”. Lo más precioso que todo hombre tiene es la humildad y la sabiduría, sentenciaba. “Lo cierto es que me hice viejo y esa es una tragedia insufrible, sobre todo cuando el alma es joven. Hay hombres oveja, que están acostumbrados al bastón del pastor, pero yo no, yo he tenido siempre dentro de mí a un joven rebelde, un hombre leal a La Habana”.

Hace apenas un año, el cantautor Silvio Rodríguez escribió en su blog, Segunda cita: “Hoy, cuando tu obra y tu dimensión se hacen casi inabarcables, te confieso que me veo en ti, querido Hermano; no en tu incomparable estatura, benefactora de la ciudad y del país, sino en el cotidiano afán por extraer del fondo de nosotros lo que nos hace buenos. Gracias por eso, desde y para siempre”.

El trovador Gerardo Alfonso nos ha legado una canción que nos define y lo evoca. “Habana, mi vieja Habana. Costumbre de darle una vuelta a la ceiba de noche. Y fiestas en casas de barrios modernos y pobres. De gente noble”.

La canción que ya tiene 28 años -como una mujer hormonal, llena de bríos y armonías-  rinde homenaje a la majestuosa anciana de 500 años, La Habana y hoy a ti, ante quien inclina su triste frente. Porque ha muerto su eterno novio, para quien sus habitantes, ya cuelgan sábanas blancas en los balcones.

Poética despedida de tu pueblo, Eusebio. Hermoso legado a tu memoria viva, porque al decir de la adelantada poetisa cubana, Fina García Marruz aún “cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras”.

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