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publicado el 02/09/2025 07:28 am

Aniversario 65 de la Declaración de La Habana: La voz firme del pueblo cubano en una gran asamblea general

Junto a la imagen y el recuerdo de José Martí centenares de miles de hombres y mujeres del pueblo cubano se reunieron en una gran asamblea general  efectuada el 2 de septiembre de 1960 en la entonces denominada Plaza Cívica, para dar respuesta a la agresión fraguada por los  Estados Unidos contra nuestro país, esa vez valiéndose de la Organización de Estados Americanos, OEA.

En esa asamblea, en la cual  se aprobó la Declaración de La Habana, el máximo líder de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro detalló que los cubanos no han querido otra  cosa sino que sean suyas las  determinaciones que guían su conducta; “¡que sea suya, y suya solo la bandera de la estrella solitaria que ondea en nuestra patria!”

También especificó que sean suyas sus leyes, sus riquezas naturales, sus instituciones democráticas y revolucionarias, su destino; y que ese destino no tiene derecho a interferirlo ningún interés ninguna oligarquía y  gobierno por poderoso que sea.

Igualmente Fidel manifestó: “Y debe ser nuestra la libertad, porque la libertad nos ha costado muchos sacrificios conquistarla; y debe ser nuestra y plena la soberanía, porque por la soberanía ha venido luchando nuestro pueblo desde hace un siglo; y debe ser nuestra la riqueza de nuestra tierra y el fruto de nuestro trabajo, porque por eso se ha tenido que sacrificar mucho nuestro pueblo; y todo cuanto hay aquí creado lo ha creado el pueblo; y todo cuanto hay aquí de riqueza, lo ha producido nuestro pueblo con su sudor y su trabajo.”

Destacó además la trascendencia histórica que tenía en la historia de la Revolución cubana la celebración de una asamblea general del pueblo.

Precisó: “Quiere decir, en primer lugar, que el pueblo es soberano, es decir que la soberanía radica en el pueblo y que de él dimanan todos los poderes.”

Comentó que nadie podría discutir que ahí estaba representada la mayoría del pueblo y aseguró que  en los anales de la historia de nuestra patria jamás se había reunido semejante multitud ni realizado un acto semejante en América.

Especificó que los cubanos podían en ese instante hablarle a América y al mundo en general. Y al referirse a los centenares de miles de cubanos que participaban en esa gran asamblea significó:

“… los que quieran saber qué es un pueblo democrático, ¡que vengan y vean esto!; los que quieran ver lo que es un pueblo rigiendo sus propios destinos, ¡que vengan y vean esto!;  los que quieran saber qué es una democracia, ¡que vengan y vean esto!”

Fidel advirtió que a pesar de los ataques, de las agresiones, y de las campañas de calumnias en que ha invertido todo su poderío propagandístico el imperio poderoso del norte, de sus agresiones económicas y sus maniobras diplomáticas internacionales, la Revolución cubana  se mantenía.

Seguidamente preguntó: “¿Por qué?” Y como respuesta contundente patentizó: “Por el pueblo!, ¡y se mantendrá en el poder mientras tenga al pueblo!; y tendrá al pueblo, ¡mientras luche y trabaje para el pueblo!”  

La Declaración de La Habana sometida a aprobación del pueblo cubano constó de  nueve puntos.

Se condenó en todos sus términos la denominada Declaración de San José de Costa Rica, aprobada en la reunión  de la Organización de Estados Americanos y se calificó como un documento dictado por el Imperialismo Norteamericano, y atentatorio a la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del Continente, la intervención abierta y criminal que durante más de un siglo ha ejercido el Imperialismo Norteamericano sobre todos los pueblos de América Latina.

Se rechazó, además, el intento de preservar la Doctrina  Monroe, y la extensión de los empréstitos de los canales, de los ferrocarriles y se denunció el hipócrita panamericanismo que es solo predominio de los monopolios yankis sobre los intereses de los pueblos de América Latina.

Se proclamó el latinoamericanismo liberador que late en José Martí y en Benito Juárez.

Se especificó que al extender la amistad hacia el pueblo norteamericano —el pueblo de los negros linchados, de los intelectuales perseguidos, de los obreros forzados a aceptar la dirección de gangsters, se reafirmaba la voluntad de marchar con todo el mundo y no con una parte de él.

En la Declaración de La Habana  se expuso que la ayuda espontáneamente ofrecida por la Unión Soviética a Cuba en caso de que nuestro país fuera atacado por fuerzas militares imperialistas, no podría ser considerada jamás como un acto de intromisión, sino que constituía un evidente acto de solidaridad.

En la citada Declaración también se detalló que  desde el primero hasta el último disparo, desde el primero hasta el último de los 20 000 mártires que costó la lucha para derrocar la tiranía y conquistar el poder  revolucionario, desde la primera hasta la última ley revolucionaria, desde el primero hasta el último acto de la Revolución, el pueblo de Cuba ha actuado por libre y absoluta determinación propia.

La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba ratificó su política

de amistad con todos los pueblos del mundo y reafirmó su propósito de establecer relaciones diplomáticas también con todos los países socialistas Igualmente se reafirmó que la  democracia no es compatible con la oligarquía financiera, con la existencia de la discriminación del negro y los desmanes del Ku-Klux-Klan y la persecución de notables científicos.

Se planteó que la democracia no puede consistir sólo en el ejercicio de un voto electoral, que casi siempre es ficticio y está manejado por latifundistas y políticos profesionales, sino en el derecho de los ciudadanos a decidir, como ahora lo hace esta Asamblea General del Pueblo de Cuba, sus propios destinos y se expresó que la democracia, además, sólo existirá en América cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los humildes no estén  reducidos —por el hambre, la desigualdad social, el analfabetismo y los sistemas jurídicos—, a la más ominosa impotencia.

En la Declaración de La Habana se condenó el latifundio, fuente de miseria para el campesino y sistema de producción agrícola retrógrado e inhumano; los salarios de hambre y la explotación inicua del trabajo humano por bastardos y privilegiados intereses; condena el analfabetismo, la ausencia de maestros, de escuelas, de médicos y de hospitales; la falta de protección a la vejez que impera en los países de América; la discriminación del negro y del indio; la desigualdad y la explotación de la mujer; las oligarquías militares y políticas que mantienen a nuestros pueblos en la miseria, impiden su desarrollo democrático y el pleno ejercicio de su soberanía; condena las concesiones de los recursos naturales de nuestros países a los monopolios extranjeros.

Igualmente se patentizó la condena a los gobiernos que desoyen el sentimiento de sus pueblos para acatar los mandatos de Washington; el engaño sistemático a los pueblos por órganos de divulgación que responden al interés de las oligarquías y a la política del imperialismo opresor;  el monopolio de las noticias por agencias yankis, las leyes represivas que impiden a los obreros, a los campesinos,  a los estudiantes y los intelectuales, a las grandes mayorías de cada país, organizarse y luchar por sus reivindicaciones sociales y patrióticas; a los monopolios y empresas imperialistas que saquean continuamente nuestras riquezas, explotan a nuestros obreros y campesinos, desangran y mantienen en retraso nuestras economías, y someten la política de la América Latina a sus designios e intereses.

La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba condenó, en fin, la explotación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.

Se proclamó ante América el derecho de los campesinos a la tierra; del obrero al fruto de su trabajo; de los niños a la educación; de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; de los jóvenes al trabajo; de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica; de los negros y los indios a la ‘dignidad plena del hombre'; de la mujer a la igualdad civil, social y política; del anciano a una vejez segura; de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el de los Estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales; el de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo y el de las naciones a su plena soberanía.

También en la Declaración de La Habana se hizo referencia al derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y a armar a sus obreros, a sus campesinos, a sus estudiantes, a sus intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos.

Se expuso el deber de  los obreros, de los campesinos, de los estudiantes, de los intelectuales, de los negros, de los indios, de los jóvenes, de las mujeres, de los ancianos, a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales; el deber de las naciones oprimidas y explotadas a luchar por su liberación; el deber de cada pueblo a la solidaridad con todos los pueblos oprimidos, colonizados, explotados o agredidos, sea cual fuere el lugar del mundo en que éstos se encuentren y la distancia geográfica que los separe.

Se enfatizó al respecto:

“¡Todos los pueblos del mundo son hermanos!”

En la parte final de la Declaración de La Habana, reiteramos aprobada el 2 de septiembre de 1960, en la capital cubana por centenares de miles de hombres y mujeres en representación simbólica del pueblo de Cuba, se aseguró: Cuba no fallará. Aquí está hoy Cuba para ratificar, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su dilema irrenunciable: “Patria o Muerte.”

No fue sólo en esa oportunidad, que todo un pueblo se reunió en asamblea democrática, sino que el 4 de febrero de 1962, también en la ya denominada  Plaza de la Revolución “José Martí” tuvo lugar otra asamblea en la que se aprobó la Segunda Declaración de La Habana.

En esa oportunidad Fidel volvió a tratar acerca de la trascendencia que tenía que con su presencia activa fuese el pueblo el que patentizara su condena a las nuevas maniobras que igualmente en el seno de la Organización de Estados Americanos, se llevaban a cabo contra Cuba con el objetivo de destruir a la Revolución.

 

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