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publicado el 04/08/2025 12:49 am

La magia del circo

Mientras en las calles habaneras la energía se desborda, adentro la lona vibra. El silencio se rompe al sonar el primer acorde: comienza la función. En el público, un niño aprieta la mano de su abuela cuando el acróbata desciende en espiral desde lo más alto de la carpa, y tras su sonrisa en el aire la ovación estalla. Hay técnica, sí, también compromiso por un arte que desafía al cuerpo y enamora al espíritu.

Es el circo, que no siempre cuenta con los recursos, pero nunca pierde la magia. Cada número es una conversación entre el riesgo y la gracia. La pista, redonda como la historia, gira sin pausa porque aquí el truco no está en lo invisible, sino en lo humano: son familias, artistas, técnicos, hombres y mujeres que hacen de lo imposible un verdadero arte. Lo que ocurre en la carpa Trompoloco no es solo entretenimiento; es cultura viva, es legado y es futuro.

Cada función renueva el alma

Desde sus orígenes en el siglo XVIII el circo cubano ha sido una expresión profundamente popular. Con la creación del Circo Nacional en 1962 se consolidó como un símbolo cultural, abrazado por toda una generación que hace del oficio una identidad. Grandes figuras como los payasos Filiberto y Trompoloco aún viven en la memoria de nuestros adultos mayores.

Otro ejemplo es Yosvani Calderín Garlobo, el entrañable Choricito de la carpa Trompoloco, fiel heredero de la estirpe de su abuelo el legendario payaso Chorizo. “Todo lo que amo está en el circo”, nos comentó mientras se preparaba para la función, treinta años de trayectoria, y aún siente que cada actuación le renueva el alma.

Lo emocionante no fue solo aprender del abuelo, sino ver a su hija —graduada de canto lírico— seguir sus pasos y compartir escena en un acto en el que música y humor se mezclan como herencia y presente. “Es más fácil hacer llorar que hacer reír”, recuerda como quien guarda una brújula ética entre los botones del traje colorido.

Belkis Causse López, directora de la carpa, afirmó que “es un honor y a la vez un gran desafío dirigirla”. Al respecto, explicó al periódico Trabajadores que este espacio es un ícono para la familia cubana, donde el espectador encuentra alegría y pasión. “Lo que el público aplaude dura minutos, pero detrás hay horas de ensayo, montajes hechos con creatividad frente a la escasez, manos que cosen vestuarios en casa y convierten lo mínimo en ilusión”, acotó.

Argumentó que el trabajo del colectivo no se limita a la propuesta escénica, sino que impulsa el aprendizaje, los valores y la resistencia. Además, subrayó que cuenta con un elenco integral de jóvenes egresados de la academia y otros que son autodidactas, todos con el talento necesario para la actividad. No viven exentos de las difíciles condiciones que sufre el país, siguen adelante porque “ni la fuerza del más temido huracán puede dominarnos”.

Durante el verano, Causse López señaló que la cita artística se extiende por todo el territorio con la Carpa Azul en la Ciudad Deportiva. Asimismo, el espectáculo Tambores bajo el Sol en Trompoloco, disponible jueves y viernes a las 5:00 p. m. y los fines de semana a las dos y a las cinco de la tarde.

Formación y talento

En Managua, Arroyo Naranjo, Alejandro Aguilar descubrió con apenas 11 años, que el mundo de las acrobacias sería su futuro. Ingresó al proyecto comunitario Fiesta y Fantasía dirigido por el mago Aldo Miranda, y allí encontró su camino. Hoy, con 18 años, es graduado de la Escuela Nacional de Circo (ENC) y especialista en cinta aérea y dúo de malabares.

Alejandro y Daykel, dúo de malabares.

“El circo me enseña todos los días a ser mejor, a crecer desde adentro”, confesó. En la carpa Trompoloco —junto a Daykel Rizo, vecino y compañero de escena— convertidos en una dupla perfecta que emociona, brindan al espectador armonía y autenticidad. Jóvenes talentosos cuyas destrezas sorprenden en cada actuación, festival o competencia.

En la actualidad, la ENC posee un sólido plan de estudios encaminado a la formación integral para los interesados en las especialidades de Acrobacia, Malabares, género clown, Equilibrio, Magia, y Gimnástica. De ellos, 340 egresaron recientemente. Gracias a su creación, la familia circense tiene un vasto número de artistas que brillan en suelo nacional y extranjero.

Sin embargo, no todo es perfecto. En estos momentos el circo cubano no se encuentra en su mejor tiempo. Milagros Luis Alonso, directora del Circo Nacional de Cuba, explicó que las complejas condiciones económicas han provocado que virtuosos graduados abandonen el país. A su vez, expuso que la caída de la carpa principal también afecta el trabajo, pues impide que varios de los espectáculos de acrobacia puedan ser presentados.

La directora puntualizó que el Circo Nacional cuenta con cuatro compañías: Cirdance; Circomanía; la Carpa Azul —que lleva el nombre de la carpa itinerante— y la compañía Habana, esta última bajo la dirección de Germán Muñoz es un colectivo que une tradición, técnica, gimnástica y formación académica para llevar a escena atracciones con mirada actual. De ellas, tres se encuentran de gira por Turquía como parte de las presentaciones del potencial cubano en otras latitudes.

Brillan en grandes escenarios internacionales como el Circo Fénix y el Circo del Sol, seguimos apostando por formar nuevos talentos y fortalecer su desarrollo profesional”, reafirmó Luis Alonso.

El circo que queremos

Estamos frente a una expresión escénica que trasciende el entretenimiento. Su historia, tejida entre carpas humildes y teatros patrimoniales, es testimonio de sueños audaces y silencios compartidos. Hoy, su evolución, más que un deseo, es una necesidad.

No se trata de imitar a los famosos como el Circo del Sol por ejemplo, sino de reivindicar su esencia e integrar narrativas teatrales y visuales modernas, contando historias que conmuevan y formen públicos con sentido crítico, así como un diseño escénico con tecnología accesible. Buscamos un circo que dialogue con otras artes como la danza contemporánea, la música en vivo, el teatro callejero y establezca alianzas internacionales sin diluir sus raíces comunitarias. La apuesta no es solo tecnológica y de infraestructura, sino humana con mejores escenarios para los ensayos y las funciones, materiales superiores para acompañar la escena.

Nuestro circo quizás no se parezca al que se vende en megaproducciones, pero continúa su tarea y educa, emociona y transforma. Es el circo que queremos: que nos desafíe, nos refleje y conecte, no solo con el espectáculo, sino con la vida.

(Fuente: Trabajadores /  Yamila Causse Despaigne) 

Fotos: Jorge Luis Sánchez Rivera

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