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publicado el 12/07/2025 06:31 pm

LA FORTALEZA PERDIDA DE LA HABANA: Un Tesoro Arquitectónico Olvidado

Una joya militar en ruinas

Por: Yesterman Duboys Charón

En las alturas de Casablanca, entre el bullicio del siglo XXI y los ecos de batallas pasadas, yacen los restos de lo que fue una de las fortificaciones más singulares del sistema defensivo colonial español: el Hornabeque de San Diego, la única estructura de este tipo construida en Cuba.

Esta fortaleza, que un día fue considerada una pieza clave en la defensa de La Habana, permanece hoy como un testimonio silencioso de la ingeniería militar del siglo XVIII, invadida por la vegetación y el paso del tiempo. Su historia es la de un gigante dormido que espera ser redescubierto por las generaciones actuales.

Un contexto histórico crucial

La construcción del Hornabeque de San Diego no fue casual. Tras la humillante toma de La Habana por los ingleses en 1762, el rey Carlos III ordenó una completa modernización del sistema defensivo de la ciudad. La vulnerabilidad mostrada por las fortificaciones existentes había quedado dolorosamente expuesta cuando los británicos lograron tomar la estratégica loma donde posteriormente se construiría La Cabaña.

El ingeniero militar Silvestre de Abarca, responsable de la construcción de la fortaleza de San Carlos de La Cabaña, identificó una debilidad crítica en el flanco derecho de esta nueva fortificación. Era necesario construir una obra avanzada que impidiera al enemigo establecer posiciones artilleras efectivas contra La Cabaña desde las alturas circundantes.

La arquitectura única del hornabeque

El proyecto fue encomendado al arquitecto Luis Huet, quien inicialmente lo concibió como una obra provisional de campaña. Sin embargo, la importancia estratégica del emplazamiento llevó a convertirlo en una fortificación permanente que se construyó entre 1779 y 1780.

La definición técnica de un hornabeque, según el diccionario militar de 1863, lo describe como "una obra exterior o destacada, que se adelanta hacia la campaña, compuesta de dos medios baluartes o espaldones, unidos por una cortina y cerrados por dos alas paralelas". Esta estructura militar, cuyo nombre deriva de las palabras alemanas "horn" (cuerno) y "werk" (obra), se caracterizaba por su forma distintiva.

El Hornabeque de San Diego se ubicó a 1.100 metros al noroeste de La Cabaña, en dirección al poblado de Cojímar, a 50 metros sobre el nivel del mar. Su diseño consistía en dos semibaluartes unidos por una cortina, con puerta y puente de entrada, foso, caponera y revellín. La fortificación abarcó un área de 48 solares y estaba preparada para alojar 25 cañones en sus troneras.

Foto tomada del sitio web Fotos de La Habana

El nombre y la tragedia

La fortaleza recibió su nombre en honor al gobernador don Diego de Manrique, quien murió en 1765 víctima del vómito negro (fiebre amarilla) que contrajo durante el reconocimiento de la altura donde se construiría el fuerte. Esta tragedia personal se convirtió en un homenaje perpetuo a través de la denominación de la obra defensiva.

La singularidad arquitectónica

El Hornabeque de San Diego representa el único ejemplo de su tipo en Cuba y uno de los raros exponentes de esta tipología militar en todo el sistema defensivo español en América. Su construcción forma parte del segundo sistema defensivo de La Habana, que incluía otras obras como el Castillo de San Carlos del Príncipe y el Castillo de Santo Domingo de Atarés.

Esta fortificación se distingue por ser un ejemplo del apogeo de las fortificaciones atenazadas del siglo XVIII, representando los avances técnicos más modernos de la época en ingeniería militar.

El contexto urbano y social

La zona donde se construyó el Hornabeque de San Diego estaba estrechamente vinculada al desarrollo del poblado de Casablanca y sus alrededores. Triscornia, nombre que derivaba del carpintero de ribera italiano Giuseppe Triscornia, se convirtió en un importante centro de actividad marítima y posteriormente en el famoso campamento de cuarentena para inmigrantes.

Durante los años 1900 a 1959, muy cerca de las ruinas del hornabeque funcionó el Centro de Inmigración de Triscornia, donde miles de inmigrantes españoles, italianos y de otras nacionalidades pasaron su período de cuarentena antes de ingresar definitivamente a Cuba.

La aventura juvenil de los años 60

El relato personal que inspira este reportaje nos transporta a los años 60, cuando grupos de jóvenes aventureros cruzaban la bahía en "la lanchita" para explorar las ruinas misteriosas de lo que entonces desconocían que era el Hornabeque de San Diego. Estos jóvenes, ajenos a la historia que pisaban, convertían los muros derruidos, las escalinatas y los fosos invadidos por la vegetación en su particular parque de aventuras.

El camino escarpado desde Casa Blanca hasta el Cristo, mencionado en el relato, era una ruta conocida solo por los más aventureros, "solo apto para huesos y vigores jóvenes". Los muros de La Cabaña, que entonces mantenían su función carcelaria, añadían un elemento de misterio y peligro al entorno.

El estado actual: patrimonio en riesgo

Hoy, el Hornabeque de San Diego se encuentra en un estado crítico de conservación. Las ruinas persisten, pero la ocupación por viviendas, la construcción de añadidos y la frondosa vegetación impiden reconocer su original fisonomía militar. Los restos de esta fortificación única se han convertido en lo que algunos documentos describen como "ruinas que no han sido tratadas".

La Oficina del Historiador de La Habana ha identificado el hornabeque como una de las obras que "se debería estudiar y trabajar en su rescate", formando parte del objetivo de "completar toda la salvaguarda del patrimonio fortificado habanero".

La importancia patrimonial

El Hornabeque de San Diego forma parte del sistema de fortificaciones de La Habana declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982. Su valor no reside únicamente en su singularidad tipológica, sino en su papel como testimonio de la evolución de la arquitectura militar española en América durante el siglo XVIII.

Esta fortificación representa un raro exponente de aquella tipología militar, erigido en las alturas de Triscornia en el ultramarino pueblo de Casablanca. Su importancia se ve reforzada por el hecho de que constituye el único hornabeque construido en Cuba, lo que lo convierte en una pieza irreemplazable del patrimonio arquitectónico militar cubano.

Los desafíos de la conservación

La recuperación del Hornabeque de San Diego enfrenta múltiples desafíos. A diferencia de otras fortificaciones habaneras como La Cabaña, El Morro o La Punta, que han sido restauradas y convertidas en museos, el hornabeque permanece en el olvido.

Los especialistas han señalado que su recuperación requeriría un trabajo integral que incluya estudios arqueológicos, documentación histórica y un plan de conservación específico. La presencia de construcciones irregulares y la invasión vegetal complican significativamente cualquier intervención.

La conexión con el presente

El Cristo de La Habana, inaugurado en 1958, se alza majestuoso sobre las ruinas del hornabeque, sin que la mayoría de los visitantes conozcan la historia militar que yace bajo sus pies. Esta escultura de 20 metros de altura, creada por Jilma Madera con mármol de Carrara, se ha convertido en un símbolo de la ciudad, pero también en un recordatorio involuntario de la historia olvidada que la rodea.

Un llamado a la memoria

El Hornabeque de San Diego representa más que una simple ruina arquitectónica. Es un testimonio de la evolución de las técnicas defensivas coloniales, un ejemplo único de ingeniería militar del siglo XVIII y una pieza fundamental para comprender la historia de La Habana.

Su estado actual plantea interrogantes sobre la preservación del patrimonio histórico cubano y la necesidad de equilibrar el desarrollo urbano con la conservación de los vestigios del pasado. La historia de aquellos jóvenes de los años 60 que jugaban entre sus ruinas, sin conocer su importancia histórica, simboliza la desconexión entre las generaciones actuales y su patrimonio arquitectónico.

La fortaleza perdida espera

Mientras el Cristo de La Habana bendice la bahía desde su pedestal de mármol, las ruinas del Hornabeque de San Diego permanecen como un recordatorio silencioso de que la historia de Cuba está llena de tesoros arquitectónicos esperando ser redescubiertos y preservados para las futuras generaciones.

La "fortaleza perdida" de La Habana no está realmente perdida; simplemente espera que alguien tenga la visión y los recursos necesarios para devolverle su lugar en la historia de la ciudad. Como escribió un especialista de la Oficina del Historiador: "ese es el objetivo... rescatar y completar toda la salvaguarda del patrimonio fortificado habanero".

El Hornabeque de San Diego merece ser más que un recuerdo nostálgico de aventuras juveniles. Merece ser reconocido, estudiado y preservado como el testimonio único que es de la ingeniería militar española en América y como una pieza irreemplazable del patrimonio cultural de Cuba.

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