
Fidel por siempre.
Fidel Castro Ruz, figura central de la Revolución Cubana, forjó su pensamiento político desde las aulas de Derecho de la Universidad de La Habana, donde se graduó como Doctor en Derecho Civil en 1950(en dualidad) con su formación jurídica, complementada con estudios en Derecho Diplomático y Ciencias Sociales, no solo le dotó de herramientas legales, sino que profundizó su conciencia sobre las desigualdades estructurales de Cuba. Su tesis analizó críticamente el sistema legislativo de la isla, sentando las bases de lo que más adelante sería su proyecto revolucionario. Tras licenciarse, ejerció en el Bufete Azpiazo-Castro-Resende, donde defendió principalmente a campesinos y obreros, priorizando la justicia social sobre el lucro. Estos casos, que incluían disputas por tierras y denuncias contra abusos de terratenientes, consolidaron su visión de que el sistema legal era un instrumento al servicio de las élites.
Sin embargo, fue su capacidad oratoria la que lo catapultó como líder indiscutible. Dominaba el arte de la palabra con un estilo carismático, teatral y profundamente persuasivo. Sus discursos, a menudo improvisados y de horas de duración, combinaban citas históricas (como las de José Martí). Un ejemplo paradigmático fue su alegato de autodefensa durante el juicio por el asalto al Cuartel Moncada (1953), donde transformó el estrado judicial en tribuna revolucionaria. En un improvisado tribunal dentro del Hospital Saturnino Lora de Santiago de Cuba, el líder de la Revolución pronunció su famoso discurso “La historia me absolverá”, un análisis socioeconómico de Cuba que denunció el latifundio, el desempleo y la falta de acceso a educación y salud. Aunque originalmente habló por unas dos horas, el texto publicado posteriormente (ampliado por él en prisión) se convirtió en el manifiesto programático de la Revolución.
El juicio del Moncada fue el único proceso legal en el que fue acusado formalmente. Condenado a 15 años de prisión por “sedición”, su encarcelamiento en el Presidio Modelo de Isla de Pinos duró apenas 22 meses, gracias a una amnistía en 1955 que lo obligó al exilio en México. Tras el triunfo revolucionario de 1959, su rol cambió radicalmente: de acusado a arquitecto de un nuevo sistema judicial.
Desde el poder, impulsó reformas legales que redistribuyeron tierras, nacionalizaron industrias y garantizaron acceso universal a educación y salud, siempre respaldado por su habilidad para movilizar a las masas mediante discursos épicos, como su intervención de 7 horas consecutivas en 1959 o su icónica aparición ante la ONU en 2000, donde burló el límite de tiempo con un pañuelo sobre la luz del podio, demostrando que su palabra, como su revolución, no aceptaba límites impuestos.
Así, la tríada de abogado, orador y revolucionario definió a al líder: utilizó las leyes para cuestionar el sistema, las palabras para inspirar a un pueblo, y la acción armada para transformar una nación. Su legado, polémico e incuestionablemente influyente, sigue siendo un caso único donde el Derecho y la retórica se fusionaron con la lucha política.
#FidelPorSiempre