René Portocarrero, falleció en La Habana el 7 de abril de 1985, ocupa un destacado lugar en la historia de las artes plásticas en Cuba,  pues él mismo llegó a asegurar “Si no pinto, no existo.”

Su nacimiento se produjo también en la capital cubana, en el  barrio del Cerro, el 24 de febrero de 1912.

Ya desde su niñez y adolescencia evidenció su vocación por la pintura la que para él siempre constituyó algo tan natural como respirar y vivir. 

Entre 1924 y 1926 asiste a breves cursos en la Academia Villate y San Alejandro, y continúa su aprendizaje de forma autodidacta.

En 1934 realiza su primera exposición en el Lyceum de La Habana. Tres años después es orientador del Estudio Libre para Pintores y Escultores de La Habana y colabora en la revista Verbum.

Entonces se produjo su vinculo con el grupo de artistas e intelectuales que se forma alrededor de José Lezama Lima. Concibe incluso numerosas ilustraciones y algún texto para sucesivas ediciones de la revista Orígenes dirigida por ese notable escritor.

En 1943 realiza importantes series, entre ellas Interiores del Cerro, Festines y Figuras para una mitología imaginaria.

Pinta paisajes rurales y crea una importante serie de pasteles en los que comienza a desarrollar el tema de las fiestas populares.

Ya en 1950 inicia la práctica de la cerámica en el Taller Experimental de Santiago de Las Vegas y al año siguiente recibe el Premio Nacional de Pintura por su óleo Homenaje a Trinidad, antecedente de sus “paisajes de La Habana”.

Posteriormente publica Máscaras, colección de doce dibujos basados en el carnaval de Cienfuegos y pinta su importante serie Color de Cuba compuesta de diablitos y santos populares, figuras ornamentadas, figuras de carnaval y paisajes de La Habana.

La mujer estuvo presente en sus obras desde su etapa inicial como pintor pero fue en los años de la década del sesenta, en la pasada centuria,  cuando sus Floras quedaron identificadas como tal a partir de su concepción como una serie, tanto en la pintura como en el dibujo.

Precisamente sus Floras despertaron mucho la atención de críticos y espectadores en la trigésimo tercera bienal de Venecia.

Con respecto a sus obras Portocarrero llegó a señalar que su dibujo era siempre ornamental y que tenía elementos representativos que pudieran ser mágicos dentro del orden de la mitología universal.

Y añadió: “La Flora es casi un mito ella misma en la pintura cubana. Puedo decir que jamás los mitos han estado fuera de mi obra. Sin ellos poco de mi trabajo sería lo que es.”

Portocarrero fue además orientador y profesor de pintura y desempeñó las funciones primero de Vicepresidente y después Presidente de la Casa de las Américas, institución que en este mes de abril cumplirá 65 años de existencia..

Él realizó más de 20 exposiciones personales y 60 colectivas. Sus obras figuran en colecciones de importantes museos y galerías del mundo.

Huellas de su labor como muralista ha quedado reflejada en el mural de cerámica con más de 200 metros cuadrados que adorna un salón del Palacio de la Revolución,  además en el Hotel Habana Libre, en el restaurante Las Ruinas, en el Parque Lenin y en  y otros lugares.

En 1964 se le concedió el Premio Internacional Sambra en la VII Bienal de Sao Paulo como reconocimiento al mejor conjunto presentado y dos años después sus Retratos de Flora, resultaron exhibidos en la XXXIII Bienal de Venecia.

Entre 1970 y 1971 pinta la extensa colección de Carnavales. Entre sus últimas series están Figuras sedentes (1975-1976), Transfiguración y fuga y Madres eternas (ambas de 1982).

Por su meritoria labor se le otorgaron distinciones y condecoraciones tanto en Cuba como en otros países.

A manera de ejemplo pueden citarse que La Orden Félix Varela de Primer Grado otorgada por Cuba, el Águila Azteca, por México  y la condición de Miembro Consejero de Honor de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos conferida por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO.