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publicado el 24/08/2022

El poder terapéutico de la escritura

Un médico que escribe, un poeta que cura. Compartimos publicación de la revista Alma Mater sobre el galeno Máximo Martínez Rondón, especialista en 1er grado en Medicina General Integral del Hospital Docente Clínico Quirúrgico «Manuel Fajardo» de la capital, quien es un apasionado de la poesía y la pintura.

Apenas un roce. Entre el cumplimiento del deber y el azar concurrente llega el joven doctor a la revista Alma Mater. Covid-19, plena pandemia. Un colega se encuentra convaleciente. En medio del malestar y la incertidumbre escucha a un galeno recitar. «No es Fayad, ni Cintio; no es Vallejo, Neruda o Cardenal», piensa.

Cuadro pintado por Máximo Martínez Rondón. Foto cortesía del entrevistado

Es así, en busca de algún síntoma, como Máximo se acerca a su cama y entablan conversación. «¿Le gusta la poesía?», interpela. El joven de bata blanca, quien es residente de primer año en la especialidad Medicina Natural y Tradicional, le comenta sobre su pasión por la literatura y la pintura. «¿Carrera literaria?», vuelve a indagar el enfermo con corazón perenne de reportero. Entre risas su auscultante confiesa que no, que la poesía le brota.

Antes de marcharse, escribe rápido para su paciente estos versos que hoy compartimos. Que sus palabras sean, para él y para todos los que cuidan de nuestra salud, nuestro más sincero homenaje, en este «no día» del médico poeta. Un buen médico es aquel que además de darte la cura para tus males, te da calma cuando te agobian las dudas y la desesperanza. Porque ser médico no es solo una profesión, es una filosofía de vida. Sin más:

«Las pátinas del tiempo II»

Preguntar pudiera haber sido una ofensa,

pero en las dos imágenes: la marca del metal aliado,

la esencia de una misma sangre,

las pátinas del tiempo que pasó

donde la intemperie dejó sus anhelos de madre.

Llegaste,

y este olor a tierra mojada no es otra cosa que una ilusión.

La metáfora del dolor

que no sé si pueda compararse

ni asociar con cierta tonalidad.

Tendrás que contar la historia,

pedir se tome asiento

y cuando hables de tus huellas,

esos que preguntaron por ti,

escucharán a un ser que funde sus manos en silencio

y su voz no será

sino el eco,

de las hojas que caen,

como aves muertas.

(Tomado de Alma Mater)

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