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publicado el 03/02/2021

Las hijas inmortales de Rita Longa

El próximo 29 de mayo se cumplen 20 años de la partida física de la destacada escultora cubana  Rita Longa Aróstegui, universal creadora habanera que pobló la geografía cubana con numerosas esculturas de alto vuelo estético. Para rendirle tributo, en este trabajo mostramos una selección de fotografías de Rita, de algunas obras suyas emplazadas en la capital y que ilustran las etapas de su quehacer artístico. Incluimos, además, valoraciones de la autora y de los críticos. 

Rita Longa nació en La Habana el 14 de junio de 1912 en una de las más encumbradas familias de la sociedad habanera, las de los Aróstegui y González de Mendoza. Cursa la enseñanza primaria con profesores particulares y la secundaria en el Colegio del Sagrado Corazón.

Sobre sus inquietudes por las artes plásticas en una entrevista afirmó: “Como todos los niños, a mí me gustaba mucho dibujar, copiando imágenes. Eso llevó a mi madre a pensar que yo tenía un talento especial para el dibujo y decidió que estudiara dibujo comercial para poderme ganar la vida en el futuro”.

 Después de terminar el colegio, la madre de Rita, María del Carmen Aróstegui, quiso que su hija se preparara para que más allá de ser esposa y madre, estuviera en condiciones de tener un oficio o profesión. Al apreciar desde su adolescencia las inquietudes y dotes artísticas de su hija, tuvo la idea de que estudiara dibujo comercial y orientó que matriculara en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura San Alejandro, donde ingresó en 1928.

Al entrar  en ese centro pasó por el aula de modelado y allí se percató que eso le fascinaba. En relación con esta etapa en una ocasión Rita reveló: “Yo no tenía la más remota idea de lo que era la escultura ni el modelado, ni sabía cómo se hacía, pero me vi enfrentada a copiar una oreja gigantesca de yeso en barro y ese fue amor a primera vista. Odié para siempre la oreja, pero caí enamorada de la escultura, de la forma, y entonces me quedé allí. No fui a más ninguna clase.”

La artista expuso consideraciones  sobre sus obras e incluso detalló sus concepciones estéticas. Al respecto manifestó: “Los grandes escultores de la antigua Grecia tenían un canon por el que se guiaban.Tomaban el largo de la cabeza como unidad de medida y daban al cuerpo ocho veces su altura. Los escultores de hoy a veces respetamos ese canon, pero los nuevos conceptos estéticos han hecho a cada cual elaborar el suyo propio. Si yo tuviera que representar una Venus Moderna, tomaría el canon griego y lo estiraría hasta lograr mayor largo y menor ancho en las proporciones. Endurecería la musculatura como la de una mujer que practica activamente los deportes. En la cara buscaría más la expresión que la perfección de las facciones. En fin, trataría de buscar una figura esbelta, estilizada, ágil, flexible prototipo de la mujer de hoy.”

El pueblo y las personas no solo reconocen a Rita como una escultora de talla universal, sino que, además, la admiran por sus cualidades e infinita calidad humana. Por ejemplo, el arquitecto Severino Armando Rodríguez, quien trabajó con Rita durante 15 años, la evocó así: “Rita era una persona muy interesante en muchos aspectos, por su presencia era una mujer alta, corpulenta, pero muy fina en sus detalles. Un poco retraída al principio, después que existía cierta confianza, ya sea laboral o de amistad, era increíble y de grandes criterios. A parte de su reconocida y amplia obra personal, en el Consejo Nacional para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA), del que fue fundadora y presidenta, unió a todos los escultores, quienes en aquel momento estaban un poco vamos a decir desorientados, y Rita se convirtió en la maestra y guía consejera. Aunque era mucho mayor, logró ganarse y que sintieran la ayuda que necesitaban. Era muy metódica y ordenada…  escuchaba todas las opiniones. A pesar que al final de su vida estuvo un poco imposibilitada, es decir, por su avanzada edad no podía hacer obras grandes, Rita hacía el proyecto y supervisaba la ejecución. Hasta el último momento ella estuvo trabajando, asesoró la ejecución de su última obra desde la silla de rueda.”

También el presidente de ese Consejo asesor, el escultor Tomás Vicente Lara Franquiz, reveló aspectos significativos de la escultora: “La recuerdo como una mujer de mucho carácter. Ella se imponía desde su presencia, yo diría que hasta podía llegar a intimidar, sobre todo a los más jóvenes, pero cuando la conocías bien, entonces resultaba tímida, esa imagen imponente que emanaba de forma natural, se convertía en todo lo contrario. Mis maestros, artistas de su generación y edad, siempre trataron a Rita con mucho respeto y consideración.

“Pese a ser un joven escultor, cuando terminaba un proyecto, en ocasiones, cuando pasaba a saludarla, lo ponía a mi consideración. Era como si se redujera a la condición de estudiante de arte. Me enseñó que debemos mantener una actitud humilde hacia la crítica. Su mayor mérito fueron sus ansias de reinventarse. Era una creadora octogenaria  y no teme aventurarse a nuevos conceptos."

Por su parte, María de la Ángeles Pereira, al valorar la obra de Rita la calificó como la figura más importante de toda la historia de la escultura cubana. “Su producción artística, precisó, es tan temprana y revolucionaria en los géneros, que ella integra el movimiento de vanguardia en sus inicios. Alcanza todas las vertientes posibles que uno pueda clasificar dentro de esta manifestación: la escultura de salón, de carácter ambiental con fines conmemorativos y no conmemorativa. Se movió por todos los lenguajes, trabajo con todos los materiales, dominó las técnicas, y si bien no tuvo discípulos directos, tenía ese espíritu de irradiar magisterio. Aunque es legítimo para los artistas no decir a otros cómo dar solución a determinados aspectos formales, Rita no tenía secretos, era transparente, con ella podía participar en una obra lo mismo el más joven aprendiz, que el más experimentado creador, y siempre se aprendía.”

Respecto a la identificación y magnetismo de las personas con las fabulaciones de Rita, la crítica dijo: “Sus esculturas tienen la particularidad de convertirse en símbolos que se siembran en el imaginario popular, porque capta la esencia de los fenómenos que representa, ya sea un motivo plástico, una idea, tradición o hecho histórico”.

 

Rita Longa.

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Al cerrar San Alejandro, Rita pasó al Lyceum, una sociedad de mujeres intelectuales fundada por Renée Méndez Capote. No iba con sistematicidad a las clases, pues sólo le interesaba que le valoraran sus trabajos. Méndez Capote en 1940 reconocía que Rita no estaba sujeta a ninguna preocupación de credo. Autorretrato, 1932.

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Con 23 años ganó en 1935 el Premio en el primer Salón Nacional de Pintura y Escultura, por su obra Torso, una de las esculturas de pequeño formato creadas por ella cuando incursionó con materiales como el yeso, la terracota, la madera y la piedra para esculpir sus figuraciones. Torso, 1934./Roberto

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Rita fue antiacademicista y se unió al Estudio Libre de Pintura y Escultura, proyecto que aglutinó a creadores como Abela, Portocarrero, Mariano, Juan David, Ravenet, entre otros. Su desempeño en el Taller se basó en la reacción espontánea del artista ante el motivo seleccionado por los profesores. Torso vertical./Roberto

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La artista, vuelve a demostrar su talento en 1936, cuando gana Medalla de Oro del XIX Salón del Círculo de Bellas Artes, por su obra Triángulo,1936/Roberto S

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Dos años después, con Figura trunca 1937, alcanzó el segundo Premio del II Salón Nacional de Escultura/Roberto Suárez

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Con su relieve Ciencia y Fe, 1946, ubicado en la fachada de la antigua Liga contra el Cáncer -hoy Hospital Oncológico-, obtuvo la Medalla de Oro de la Feria de Arquitectura de New York en 1951/Ernesto

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La favorable crítica de Ciencia y Fe en Estados Unidos, amplió el reconocimiento de Rita en Cuba/Ernesto Castillo

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La fuente de los mártires, 1946, se encuentra en el Parque de los Mártires, al inicio de Prado/Ernesto Castillo

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En Piedad, 1957, ubicada en el Panteón de la familia Aguilera-Pollack en la Necrópolis de Colón, al decir del crítico Alejandro Alonso hay una síntesis muy lograda en estilo art Decó, y aunque asegura que muchos de sus monumentos clasifican dentro de esa estética, Piedad es su escultura art Decó por excelencia/Ernesto

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De sus creaciones manifestó: “Mi obra ha transitado por 3 etapas: la forma en sí, la forma en el espacio y la forma en el espacio en función social. La primera etapa de la forma es nada más que la expresión. Yo no me sé expresar con palabras, sino con formas"/R S

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Rita aseguró que en el estilo no existe división alguna. "Cronológicamente, tal vez: a partir del año 40 empieza mi preocupación por el espacio. Trabajé mucho entre el 40 y 59, pero la forma en el espacio, principalmente piezas para jardines, y encargos privados, aunque hice Grupo familiar 1947, pieza más pública", expresó en una entrevista/E C

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Muerte del cisne, 1953, ubicada en los jardines del Teatro Nacional, es una obra maestra por su ambigüedad, por el decir y no decir. Es resumen de lo hecho y comienzo hacia una nueva expresión, no se sabe dónde empieza y donde termina: es la danza y son también sus figuraciones/E C

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También la Virgen del Camino, de 1948, pertenece a ese segundo periodo en el que la artista trata de lograr que sus obras estuvieran estrechamente ligadas al lugar donde serían ubicadas/E C

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Rita comenzó hacer esculturas monumentales como Previsión y Cooperación, pues le llegaron encargos de ese tipo. Desde entonces encaró proyectos para distintos lugares/Roberto

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En Previsión y Cooperación, 1948, logró un hábitat para esta escultura/Roberto Suárez

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Ilusión, 1950, es otra escultura que cualifica al entorno. Ubicada en el interior del teatro Payret, la pieza responde a sentimientos y a lo que pueda expresar ese estado de ánimo/Roberto

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Las Musas, 1950, conjunto de piezas alusivas a deidades parecen flotar a los laterales que anteceden el escenario del propio teatro Payret/Roberto

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Las Musas connotan emociones y se integran armónicamente a la funcionalidad del inmueble. Rita cautiva y es por ello que su obra llega a las personas más humildes/Roberto

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Foto Ballerina, 1950, en el popular Cabaret Tropicana hoy define la imagen de tan famoso lugar/Ernesto

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“Al comienzo sólo me preocupaba de la forma y de la escultura de salón, hasta que, en 1938, un arquitecto me preguntó dónde vivían mis imágenes…comprendí que las esculturas necesitan un lugar de residencia. Entonces me dediqué a…trabajar para que las formas estuvieran ligadas al espacio donde iban a habitar”, contó Rita en una entrevista.

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Forma, Espacio y Luz 1953, ubicada a la entrada del Museo Nacional de Bellas Artes, incorpora elementos de la llamada escultura orgánica, en el sentido que utiliza trazos ya no tan estilizados, sino más bien orgánicos y cercanos a la masa/E C

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La Clepsidra, 1997, evidencia el afán de Rita por renovarse, es una pieza abstraccionista en la que trabajó con el vidrio por primera vez. Este proyecto, que combinaba de forma sincronizada el sonido, las luces, los efectos lumínicos y de agua, estuvo emplazada muy próxima a la escalera del Habana Libre Tryp.

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Rita nunca aquilató cuanto había aportado a la cultura cubana, no comprendió por qué la población la reconocía. En una ocasión Toni Piñera al indagar sobre la clave de su éxito respondió: “Es el tiempo, la reiteración lo que impone la obra de un artista. No importa si se recuerda su nombre o no. El trabajo es lo que queda.”

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En 1999, un año antes de morir, Rita se despidió con su última obra que nombró Resurrección, confeccionada en un mármol gris Siboney para el Banco Financiero Internacional en la Quinta Avenida de Miramar/Ernesto

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