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publicado el 09/04/2025 01:43 pm

ANIVERSARIO  130: La emotiva carta de José Martí a María Mantilla

Una de las cartas más emotivas de José Martí fue la que le escribió a la joven María Mantilla, fechada el 9 de abril de 1895 en Cabo Haitiano.

Martí se hallaba en esos momentos en ese lugar con la intención de poder llegar lo más pronto posible al territorio cubano para participar de modo directo en la guerra por la independencia de su tierra natal que se había reanudado el 24 de febrero de ese año.

No obstante estar muy presionado y con una carga de tensión ante los problemas que se presentaban  en el viaje que había emprendido desde la ciudad dominicana de Montecristí en unión de Máximo Gómez, él encontró un tiempo `para señalarle a María Mantilla: “Yo amo a mi hijita. Quién no la ame así no la ama. Amor es delicadeza, esperanza fina, merecimiento, y respeto. ¿En qué piensa mi hijita? ¿Piensa en mí?” 

Así calificó a la hija de Carmen Miyares de Mantilla, en cuya casa de huéspedes él vivió  en Nueva York.

Precisamente en la citada misiva también señaló:  “Creí no tener modo de escribirte, en mucho tiempo, y te estoy escribiendo. Hoy vuelvo a viajar, y te estoy otra vez diciendo adiós.”

Le expuso que cuando alguien era bueno con él y con Cuba le enseñaba su retrato y le manifestó que su anhelo era que ella pasara por la vida pura y buena. Y le indicó: “Espérame, mientras sepas que yo viva.”

Martí en esta misiva le hizo referencia a María a la trascendencia que le atribuyese al gusto por la verdad y el desdén a la riqueza y la soberbia y al tratar sobre la elegancia, le explicó que ésta se encuentra en el buen gusto y no en el tipo o el costo del vestuario. 

En relación con esto le llegó a comentar: “La elegancia del vestido –la grande y la verdadera,- está en la altivez y fortaleza del alma.”

Le enfatizó que un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas.

Y le especificó: “Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro necesita poco afuera. Quién tiene mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco.”

Martí también le expresó a María Mantilla que quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada porque se sabe hermosa, y la belleza echa luz.

Al respecto le puntualizó:

“Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quién conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí.”

Martí le detalló que no se debe poner en un jarrón de China un jazmín; e indicó que debe ponerse el jazmín, sólo y ligero, en un cristal de agua clara.

Le aseguró seguidamente: “Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor.”

Martí en esta carta le hizo referencia a María Mantilla cómo concibe que debe ser la escuela que considera que debe crear con su madre Carmen Miyares en Nueva York e incluso imagina a la joven  también haciendo las funciones de maestra junto a su progenitora.

Y le manifestó en forma emotiva: “Si yo estuviera donde tú no me pudieras ver, o donde ya fuera imposible la vuelta, sería orgullo grande el mío, y alegría grande, si te viera allí, sentada, con tu cabecita de luz, entre las niñas que irían saliendo de tu alma....”

En su tierna  carta a  María Mantilla, finalmente Martí le expresó otro principio  esencial a tener en cuenta por ella para llevar adelante su vida en forma virtuosa.

Le significó:

“Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu seda. Envuelve a tu madre, y mímala, porque es grande honor haber venido de esa mujer al mundo.”

En el transcurso del mes de abril   de  1895, tras su llegada a Cuba el 11 de ese mes para dar su contribución directa  al desarrollo de la guerra por la independencia de su tierra natal, Martí escribió otras emotivas cartas dirigidas no sólo a María sino además a sus hermanos y a su madre Carmen Miyares.

En una de esas cartas, en la fechada específicamente en Jurisdicción de Baracoa, el 16 de abril de 1895, le especificó a la joven María:

“Voy bien cargado, mi María,  con mi rifle al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tuvo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato.”

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