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publicado el 30/01/2025

José Martí y sus consideraciones por el calificativo de “Nuestra América"

A través de su existencia, que tan sólo se prolongó 42 años, José Martí no sólo patentizó el gran amor que sintiera por Cuba, su tierra natal, y por sus compatriotas, sino que igualmente hizo referencia con gran cariño al compromiso que igualmente experimentaba por los países y pueblos que él catalogó certeramente como Nuestra América.

Precisamente en una carta fechada el 27 de julio de 1881 dirigida a Fausto Teodoro de Aldrey, propietario de  La  Opinión  Nacional, de Caracas, Venezuela, llegó a asegurar: “De América soy hijo: a ella me debo.”

De modo muy especial Martí elaboró trabajos significativos, algunos años después,  en los que en forma elocuente trató sobre las conferencias efectuadas en los Estados Unidos en 1889 y 1890, respectivamente, e hizo referencia a las pretensiones de los gobernantes de ese país por afianzar su dominio  político y económico sobre las naciones y pueblos de América Latina.

En uno de esos materiales él expuso:  “Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con el resto del mundo.”

Y agregó: “De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.”

También en un discurso pronunciado en diciembre de 1889 Martí planteó el grado de compromiso que tenía con lo que él, reitero,  calificara certeramente como Nuestra América. Señaló: “Por eso vivimos aquí orgullosos de nuestra América, para servirla y honrarla. No vivimos, no, como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinación y la capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos y se la respete por sus sacrificios...”

En enero de 1891 José Martí publicó un medular trabajo titulado Nuestra América,  inicialmente reflejado en la Revista Ilustrada de Nueva York y después reproducido el 30 de enero de ese año por El Partido Liberal de México.

En ese trabajo se refiere al destino de los pueblos latinoamericanos. Advirtió que los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos.

Abogó igualmente por la unidad para poder enfrentar los peligros que tenían ante sí los pueblos latinoamericanos y al respecto enfatizó: “Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!”

Y seguidamente aseguró: “Es la hora del recuento y de la marcha unida y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.”

Definió una estrategia para lograr la defensa de la historia y la cultura de los pueblos latinoamericanos  y trató sobre la  importancia de la lucha para consolidar la independencia conquistada por un gran número de países de América y detalló el compromiso que había que tener con los que todavía sufrían la explotación colonial.

Puntualizó que con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.

Y comentó, además,  acerca de la posición que debían asumir los pueblos latinoamericanos frente a la presencia cercana de los Estados Unidos de América, al advertir que el desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de Nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe.

También expuso algo muy elocuente al plantear lo que era necesario que tuvieran en cuenta e  hicieran los pueblos para garantizar su defensa:  “Los pueblos han de tener una picota para quién les azuza a odios inútiles; y otra para quién no les dice a tiempo la verdad.”

Como se puede apreciar José Martí, más allá de todo lo que hiciera a favor de lograr la reanudación de la guerra por la independencia de Cuba, se sintió comprometido con la realidad de los pueblos latinoamericanos.

Y ello se hizo igualmente patente en la carta que le empezó a escribir el 18 de mayo de 1895 desde Cuba a su gran amigo mexicano Manuel Mercado.

En dicha misiva que quedó inconclusa al producirse su caída en combate en el territorio cubano al día siguiente, Martí especificó:  “Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.”

De Martí y su proyección latinoamericanista han expuesto consideraciones  destacados investigadores cubanos.

A manera de ejemplo cito lo que señalara al respecto el doctor Emilio Roig de Leuchsenring, quién fue el Director fundador de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana:  “Quien haya estudiado acuciosamente, con amplio espíritu comprensivo, en sus hondas raíces y en sus trascendentales proyecciones, la ideología político-revolucionaria de Martí, no puede encerrar en los estrechos límites de lo cubano su apostolado y su martirio, sino que le es necesario reconocer y proclamar que su vida y su obra tienen preciso e invariable carácter americanista e internacionalista, al extremo de poder sostenerse con toda justicia que para él la independencia de Cuba y Puerto Rico no es un fin sino un medio; el paso indispensable para lograr la consolidación y engrandecimiento de las repúblicas de esta parte del Nuevo Mundo a la que amorosa y orgullosamente llamó Nuestra América y Madre América, y con vistas al empeño mayor de hacer obra universal, anchamente humana.” (*)

(*) El americanismo de Martí, Libro Valoración múltiple José Martí, tomo I, Casa de las Américas, 2007,  página 191

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