El Cristo de La Habana es una obra escultórica de gran trascendencia histórica, cultural y espiritual para la ciudad y sus habitantes. Esta majestuosa estatua de mármol blanco, creada por la escultora cubana Jilma Madera en 1958, representa al Sagrado Corazón de Jesús y se erige imponente sobre la colina de La Cabaña, a 51 metros sobre el nivel del mar, dominando la bahía y ofreciendo una vista panorámica de La Habana.

Su origen está ligado a un acto de fe y esperanza: tras el atentado sufrido por el entonces presidente Fulgencio Batista en 1957, su esposa Marta Fernández de Batista prometió erigir una imagen de Cristo visible desde toda la ciudad si su esposo sobrevivía. La estatua fue inaugurada el 25 de diciembre de 1958, apenas una semana antes de que Batista huyera del país.

Con una altura de 20 metros y un peso aproximado de 320 toneladas, la escultura está compuesta por 67 piezas de mármol de Carrara traídas desde Italia, donde fue esculpida y bendecida por el Papa Pío XII. Su diseño muestra a Cristo de pie, con una mano en alto, bendiciendo, y la otra sobre el pecho, con los ojos vacíos para dar la impresión de que observa desde cualquier punto de la ciudad.

Más allá de su valor artístico, el Cristo de La Habana se ha convertido en un símbolo emblemático y espiritual para los habaneros, evocando paz, protección y amor. Su presencia en el paisaje urbano es un recordatorio constante de la historia, la religiosidad y la identidad cultural de la ciudad, integrando naturaleza, arte y memoria en un solo monumento.

Por todo ello, el Cristo de La Habana trasciende su función como escultura para convertirse en un guardián simbólico de la capital cubana, un referente visual y espiritual que une a sus habitantes y visitantes en un sentimiento de pertenencia y esperanza.

El Cristo de La Habana está rodeado de varias curiosidades y sucesos que enriquecen su historia y significado:

• Origen por una promesa de fe: La estatua nació de la promesa de Martha Fernández Miranda de Batista, esposa del entonces presidente Fulgencio Batista, quien tras un atentado contra su esposo en 1957 prometió erigir una imagen de Cristo visible desde toda La Habana si él sobrevivía.

• Creación y diseño: Fue esculpida por la reconocida escultora cubana Jilma Madera en Italia, con mármol blanco de Carrara, y está compuesta por 67 piezas que pesan alrededor de 320 toneladas. La obra mide 20 metros de altura y está situada a 51 metros sobre el nivel del mar, en la colina de La Cabaña, lo que permite verla desde múltiples puntos de la ciudad.

• Ojos vacíos: Un detalle artístico singular es que se dejaron los ojos vacíos para que la estatua dé la impresión de mirar a los espectadores desde cualquier lugar donde se la observe.

• Bendición polémica: La estatua fue bendecida el 25 de diciembre de 1958 por el Cardenal Arteaga, aunque en contra de su voluntad, debido a las tensas relaciones con el gobierno de Batista, que buscaba ganar apoyo popular con esta obra.

• Impactos de rayos: La escultura ha sido alcanzada por rayos en tres ocasiones (1961, 1962 y 1986), lo que llevó a la instalación posterior de un pararrayos para protegerla.

• Historia política: Fue inaugurada el 24 de diciembre de 1958, apenas días antes de que Batista huyera del país, y durante años estuvo parcialmente oculta por árboles y en una zona militar restringida, hasta que en los años 90 se recuperó su acceso público y se realizaron actos religiosos como el viacrucis y desagravio.

• Vista panorámica: Desde su ubicación se disfruta una vista impresionante de la bahía y el casco antiguo de La Habana, convirtiendo el monumento en un punto turístico y espiritual muy visitado.

Estas curiosidades reflejan cómo el Cristo de La Habana no solo es una obra artística monumental, sino también un símbolo cargado de historia, fe, política y cultura que ha trascendido generaciones.