Foto: Omara García Mederos

Según lo sucedido en la mayoría de los inicios de una práctica deportiva en nuestro país, los atletas nacidos en esta ciudad maravillosa suelen destacarse en las primeras lides programadas, esas que siempre se recuerdan por marcar un comienzo y con ello asegurar una lógica connotación histórica.

En la esperada irrupción del boxeo femenino en el ámbito competitivo cubano no hubo excepción. El pasado sábado 17 de diciembre se realizó el primer cartel oficial de boxeo entre mujeres en Cuba. El cuadrilátero de la ESFAAR Córdoba Cardín, en La Habana del Este, fue sede de seis combates que marcaron el trascendental estreno, y en ellos el dominio de las pugilistas de la capital fue notable.

Fue precisamente una habanera la que inscribió su nombre como la primera ganadora oficial en este violento deporte en esa ya memorable jornada sabatina: Elianni de la Caridad García (50 kg) consiguió victoria por votación unánime de los jueces ante Reynabell Grant, de Guantánamo.

Poco después otra muchacha de La Habana, Idamelis Moreno (54 kg) salió airosa en su pelea contra Juliannet Díaz, otra guantanamera. Más adelante, en los 57 kg, la ganadora fue igualmente otra capitalina: Karen Cantillo venció a la artemiseña Nayla Lahera.

Sin embargo, no todo fue color de rosa para las azules. El amargo sabor de la derrota lo probó la combativa Legnis Cala (60 kg), quien se vio superada por la villaclareña Melany Girado.

Y, en la misma fecha, en pugna fuera del programa oficial, otra exponente del naciente boxeo femenil de La Habana, Yoana Rodríguez (80 kg), dispuso de la holguinera Daniela La O.

Contando este último duelo, las oriundas de la más importante urbe de la Mayor de las Antillas lograron imponerse en cuatro ocasiones y salieron derrotadas en una… nada mal para un comienzo donde la inexperiencia y las carencias técnicas fueron mostradas como un distintivo común en todas las valientes pioneras de esta disciplina en el contexto nacional.

La inclusión del boxeo femenino en Cuba es, sin dudas, un triunfo más contra prejuicios de género. Ellas lo pidieron, ellas podían hacerlo y ellas realizaron el sueño. El resto pasa por el proceso de percepción-aceptación de cada persona.

De momento, es válido alertar sobre lo imprescindible que es contar con los accesorios de seguridad en cada combate. Ya nadie en su sano juicio puede negar que mujer y hombre somos iguales socialmente y que hemos de gozar juntos del derecho a conquistar lo imaginado y lo inimaginable, pero el frenesí de la igualdad no puede cegarnos.

Al menos hasta hoy, no somos tan iguales orgánicamente y esa diferencia notable sugiere que ellas merecen primordial —y costosa— protección en cabeza, pecho y pelvis. Permitir que salgan al ring sin esos resguardos sería una irresponsabilidad imperdonable. Esperemos que tales aditamentos nunca les falte.